Se sube al tren.
Lo mira, tímida, a traves de la ventana. Espera escuchar su nombre, pero solo oye los murmullos de la multitud. Deja caer una lágrima y suspira, aguantando, sin decir nada, la presión en el pecho. La sensación que no esta, pero que gustosa y ansiosa, le da una muestra gratis de su poder. De su escalofrío.
Él, desde un banco de la estación de partida, la mira, la ríe y la canta...y le recuerda lo que deja de ser cuando no están juntos. La respira, la muerde, la besa y la nombra...pero no la retiene. No la sostiene. No la llama ni la ve llorar.
El tren comienza a moverse. La indecisión de estar sentada en un banco y no saber si quedarse o salir corriendo de ahí, la marea. Pierde la razón por un momento.
Esquiva su mirada, la busca, la esquiva, la absorve, la siente, la ama...
...y la esquiva. Pero cuando vuelve ya no esta más.
No esta el banco.
La estación se mueve hacia atras.
Los árboles aparecen. Uno. Tras otro. Tras otro. Otro.
Y se queda ahí.
Nada.
Ni el vívido recuerdo de la última mirada. Ni las ganas de volver.
El miedo de volver la mirada y ver una sonrisa en su boca.
Una sonrisa. Donde debería haber un beso con sabor a lágrima
y una risita con sabor a 'nos vemos pronto, mi amor'.
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